El padre Lorenzo Mex. (grillo porteño)
El padre Lorenzo Mex. (grillo porteño)

Tiempos de alegría

CHICXULUB.- El ambiente navideño, de luces y cantos, de fiestas y regalos, de vacaciones y emotivos momentos de encuentro familiar, nos envuelve y nos invita a dejar resonar en nuestros corazones las palabras que Dios dirigió a María en Nazareth: “alégrate, el Señor está contigo” (Lc. 1, 28). Misma invitación que San Pablo, en su momento, dirigía a la comunidad de tesalónica, y desde luego a cada uno de nosotros: “alégrense siempre en el Señor” (I Tes. 5,16). Se trata desde luego no de cualquier tipo de alegría, sino de la alegría profunda, plena y duradera, porque su fuente es Dios mismo, el Emmanuel, “Dios con nosotros” (Is. 7,14). Es la gran noticia que los ángeles comunicaron a los pastores la noche de la Navidad, una noticia que“causará gran alegría a todos” (Lc. 2, 10). Nuestro Dios, no solo es cercano a nosotros, sino que es como nosotros, “fue sometido a las mismas pruebas que a nosotros, pero a él no lo llevaron al pecado” (Heb. 4,12), nos ha prometido: “yo estaré siempre con ustedes” (Mt. 28,20) y camina con nosotros a través de toda la historia, en medio de sus luces y sus sombras, con sus anhelos y sus esperanzas, con sus triunfos y fracasos, con sus grandezas y sus bajezas, en los momentos de conflictos y cuando la paz anhelada se convierte en realidad. Precisamente lo central de nuestra celebración es esta certeza de la presencia viva y real de Jesús en nuestro mundo, en el aquí y en el ahora, en nuestras circunstancias concretas. Dios está con nosotros desde siempre y para siempre.
La alegría proviene de un hecho, no solamente de un recuerdo
Corremos el riesgo de quedarnos anclados en el pasado con el recuerdo de un recién nacido, olvidándonos que nuestra vida cristiana no puede reducirse solamente a un sentimentalismo estéril, a palabras y discursos que el viento se encarga de dispersar. Es necesario recordar que una “fe sin obras es una fe muerta” (St. 2,17). Jesús no solo es promesa de alegría a su pueblo, sino que hizo que esa alegría sea una realidad. No se anduvo con muchos rollos baratos y huecos. Le mandó decir a Juan Bautista: “los ciegos ven, los cojos caminan, los leprosos son curados, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia la alegre noticia
a los pobres. Feliz el que se encuentra conmigo…” (Lc. 7,21-23). Es decir, que de una manera muy concreta Jesús hizo presente esa alegría que tanto se nos promete en la Biblia para esta vida y para la otra. Jesús llama dichosos, a todos aquellos que siguiendo su ejemplo son capaces de llevar alegría donde no la hay, a todos aquellos que ledieron de comer, de beber, lo recibieron en su casa, lo visitaron cuando estaba en la cárcel o enfermo, lo vistieron… (Cfr. Mt. 25, 25ss). Es decir, si en verdad nos alegramos con el nacimiento de Jesús, tenemos que ser alegría para los demás, tenemos que llevar la alegría a los demás a la manera de los primeros cristianos: “por donde pasaban, había una gran alegría” (Hech. 8,8), “compartían los alimentos con alegría” (Hech. 2,46) y a la manera de Jesús, “pasaban haciendo el bien, curando a los paralíticos, resucitando a los muertos… “ (Hech. 3,6; 9,36). Y lo que es más, a través de estas acciones que esperamos que algún día sean acciones cotidianas, no de una minoría sino de toda la comunidad, para así hacer realidad lo que el Papa Francisco nos señala en su exhortación apostólica “La alegría del evangelio” # 9: “El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien”.
La alegría de la Navidad y cuidado del medio ambiente
En Navidad celebramos el nacimiento del Salvador. Pero no hay que olvidar que el viene a salvar al mundo (hombres y mujeres) y a la creación entera de todo mal, del mal del pecado. El pecado original no sólo rompió la armonía entre Dios y el hombre, sino que también, rompió la armonía del hombre con la creación. En el Génesis la maldición de Dios sobre la tierra tiene su origen en el pecado del hombre (Gn 3,17-18). Por eso La redención de Cristo alcanza a toda la creación (Ef 1,10; Col 1,20). En Cristo, plenitud de la caridad, el cristiano encuentra la verdad sobre el dominio de la creación, un dominio que es servicio: un ocuparse amorosamente en el embellecimiento de lo creado. Con la redención, el cuidado de la creación, no es otra cosa que la participación de los hombres en la búsqueda del bien común.
Los últimos papas San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco han insistido en la gravedad de la crisis ambiental y la urgencia de una nueva conciencia ecológica. Se espera del papa Francisco la publicación el próximo año, de una encíclica sobre el cuidado de la creación.
Ya desde la misa inaugural de su pontificado hace casi dos años, pedía a todos los que tienen puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: “ser custodios de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejar que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro”.
En su mensaje, con motivo del día mundial del medio ambiente (5 de junio de 2014) el Papa lanzaba a los 4 vientos un mensaje de amor, invitando a toda la humanidad a “tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos”, a “preocuparse por todos, por cada uno, con amor”. Advertía que custodiar la belleza de lo creado “es una responsabilidad que nos afecta a todos”. “Cultivar y custodiar la creación es una indicación de Dios dada no sólo al inicio de la historia, sino a cada uno de nosotros; es parte de su proyecto: hacer crecer el mundo con responsabilidad, transformarlo para que sea un jardín, un lugar habitable para todos”.
El cuidado del medio ambiente deberá ser considerada eficazmente como una obligación de cada persona y de toda la humanidad. No será apreciada sólo como una cuestión de interés por la naturaleza, sino de responsabilidad de cada hombre ante el bien común y los designios de Dios. Cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda vacío
Alégrese la creación
Celebremos la navidad como San Francisco de Asís, con un compromiso decidido por cuidar de los pobres y de la creación. La devoción de San Francisco por la fiesta de la Natividad de Cristo era tan grande que solía decir: “Si pudiera hablar con el emperador Federico II, le suplicaría que firmase un decreto obligando a todas las autoridades de las ciudades y a los señores de los castillos y villas a hacer que en Navidad todos sus súbditos echaran trigo y otras semillas por los caminos, para que, en un día tan especial, todas las aves tuvieran algo que comer. Y también pediría, por respeto al Hijo de Dios, reclinado por su Madre en un pesebre, entre la mula y el buey, que se obligaran esa noche a dar abundante pasto a nuestros hermanos bueyes y asnos. Por último, rogaría que todos los pobres fuesen saciados por los ricos esa noche”.
Cuidar y proteger a los pobres y a toda la creación para un presente con futuro, es responsabilidad de todos. No dejemos que el tiempo pase y que la crisis ambiental se agrave más. Es tiempo de que la alegría de la fe comience a despertarse y se exprese cada día en un reconocer en cada hombre y en cada mujer la imagen de Dios, y tener siempre presente que toda la creación es un reflejo del amor, la sabiduría, la belleza, la perfección y la grandeza del Creador. Que esta navidad nos comprometa a ser custodios de cada hombre, de cada mujer y de toda la creación.
Pbro. Lorenzo Mex Jiménez
Párroco