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MÉRIDA.- María, por llamarle de algún modo, llegó a la plenitud de la vida. A sus 64 años tenía todo lo que se puede soñar a esa edad: una buena jubilación que le permitía tener independencia financiera y tiempo suficiente para disfrutar ese dinero.
No obstante que está en retiro, seguía siendo productiva y se dedicaba a prestar dinero al interés, lo que a su vez le hacía allegarse de alhajas y otros bienes de personas que no podían cubrir los créditos.
Como mencionamos al principio tenía todo o casi todo…
Quizá por eso cuando conoció a Enrique Alcocer, un hombre 30 años menor que ella, que se portó caballeroso y la estuvo enamorando, cayó rendida a sus brazos como una quinceañera que siente por primera vez el amor.
Lo conoció un domingo, hablaron de pasión, le preguntó su nombre y muchas cosas más. Este encuentro casual fue en el restaurante Flamboyanes y ahí fue donde comenzó la desgracia para María.
Durante un tiempo el galán la estuvo enamorando hasta que finalmente ella lo llevó a vivir a su casa en Itzimná, donde convivieron durante cuatro meses, hasta que un día él partió pero no se fue solo, porque la dejó sin dinero, sin alhajas e incluso el sujeto vendió terrenos que la mujer tenía en propiedad.
Tras vencer la vergüenza de haber sido víctima de un vividor, la mujer acudió al Ministerio Público a interponer una denuncia con la esperanza de recuperar algo de lo mucho que perdió cegada por un joven y oscuro seductor.
Formal P.-