URUGUAY.- Mauro Costa-Mattioli, quien dirige el Centro de Investigación del Cerebro en la Facultad de Medicina de Baylor, en EU, logró frenar el autismo en animales de laboratorio aplicándoles una bacteria presente en la leche materna humana.

El científico uruguayo trabajó con ratones y partió de que los hijos de mujeres obesas tienen entre 1,5 y 2 veces más riesgo de desarrollar autismo. “Hay estudios en humanos que han demostrado esto, entonces nosotros dijimos ¿podemos generar lo mismo en un modelo animal?”, expresó Costa-Mattioli.

La metodología

El primer paso fue generar ratones obesos con una dieta rica en grasa. Los animales ganaron peso y fueron apareados para dar cría. Al poco tiempo obtuvieron ratones pequeños.

Los animales crecieron y los investigadores los estudiaron para ver si habían desarrollado comportamientos similares a los de los niños autistas. Así fue.

“Tenían falta de contacto social con otros ratones, una de las características más significativas de los niños con autismo”, rememoró Costa-Mattioli. “Otro tipo de comportamiento que tienen los niños con autismo es ansiedad y comportamientos repetitivos. Medimos y vimos que esos ratones también lo tenían”.

Al estudiar el sistema digestivo de los ratones y compararlo con el de un grupo de animales sanos, vieron que los microbios presentes en el intestino de los primeros eran totalmente distintos a los del grupo sano. Es decir, era como si las bacterias presentes en los intestinos de un grupo pertenecieran a un equipo totalmente distinto que los de los ratones sanos.

Cuando reunieron ambos grupos y los dejaron viviendo juntos los ratones autistas superaron su conducta “asocial” y pasaron a relacionarse con normalidad.

Un gran avance médico

Todo lo anterior les dio indicios a Costa-Mattioli, y sus estudiantes de doctorado y postdoctorado, para lo que sería el hallazgo que publicó este jueves la revista científica Cell.

Esta bacteria está presente en la leche materna del ser humano, con lo cual los científicos la aislaron y la cultivaron para luego verterla en el agua de los ratones “asociales”. El tratamiento con esta única cepa bacteriana fue capaz de revertir el comportamiento anómalo de los animales.

“Lo más impactante es que hemos encontrado una bacteria humana”, explicó el científico uruguayo, “que dimos a los ratones que tienen comportamientos similares a los de niños con autismo y fuimos capaces de recuperar ese comportamiento”, enfatizó.

Es más; la bacteria L. reuteri también promovió la producción de oxitocina, hormona que juega un papel crucial en el comportamiento social (es clave en el desarrollo del apego entre madres y bebés recién nacidos) y cuya acción es estudiada como forma de tratar los trastornos del espectro autista.

“Este trabajo podría generar un gran impacto”

La intención sería ver si podemos encontrar un conjunto de bacterias que puedan aliviar no solo los síntomas sociales sino los otros, que quizás también son dependientes de cambios en el intestino, quizás por otra bacteria”.

Este es uno de los trabajos que más me ha gustado, del que estoy más contento por su resultado. Y quizás sea el trabajo que tenga más impacto; de hecho yo creo que el impacto lo podría generar muy pronto”

SDP NOTICIAS.-