IZAMAL.- Izamal, la tierra del dios Itzamná, resplandece por las hileras de casas amarillas, donde extensas copas camuflan antiguos edificios, moles megalíticas que se erigen como gigantes y hacen palpable lo que dictaminan los conocedores: en volumen, extensión e importancia, fue comparable a las ciudades de Chichén Itzá y Uxmal.
–Sin embargo, la historia la transformó en un ejemplo “magnánimo” de la simbiosis entre los conceptos urbanísticos prehispánicos y europeos; no hay ningún otro lugar en que esa asociación se manifieste a esta escala –coinciden los arqueólogos Rafael Burgos y Luis Millet, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), así como Eugen Logan Wagner, especialista en arquitectura mesoamericana.

Izamal, llamada Ciudad de las Tres Culturas tuvo sus inicios hace dos mil 700 años, en el periodo Preclásico, pero fue hacia 150 a.C. – 500 d.C., cuando sus pobladores construyeron edificios monumentales, así como una importante red de sacbeo’ob (caminos, en lengua maya) que les permitió dominar un territorio de seis mil km² en el norte de la Península de Yucatán, conocido como la provincia de Aj K’in Ch’eel.

De acuerdo con los investigadores del INAH, Izamal ha sido desde siempre un centro de peregrinación, “en un principio por ser el lugar de Itzamná (creador de los hombres y de todas las cosas) y porque cree, que ahí fue enterrado su fundador, el sacerdote Zamná”.

Siglos después, cuando los españoles la encontraron, estaba prácticamente deshabitada y erigieron los santuarios de la nueva religión sobre los antiguos templos, el Convento de San Antonio de Padua, es el más claro ejemplo.

Luis Millet y Rafael Burgos, que trabajan en la liberación de varias estructuras prehispánicas de Izamal, comentan que fue conquistada por los itzáes y se desocupó hacia 1200-1550 d.C., hace aproximadamente 500 años, por conflictos bélicos, de manera que estaba casi abandonada durante la Conquista española.

Entre sus edificios se conservan Habuk, K’inich K’áak’ Mo’, Itzamatul, El Conejo y Kabul, sobrepasan un millón de metros cuadrados construidos.

El más colosal en términos de volumen es el K’inich K’áak’ Mo’, levantado en honor de la deidad solar Rostro del Sol o Guacamaya de Fuego, y que abarca lo equivalente a dos grandes cuadras.

Desde su parte posterior, Luis Millet explica que la estructura se compone de grandes bloques que estuvieron revestidos de estuco y representa la tercera de mayor magnitud del país, después de las pirámides del Sol, en Teotihuacan, y la de Cholula, en Puebla.

Los investigadores explican que el Convento de San Antonio de Padua es desde hace siglos lugar de peregrinación para los devotos de la Virgen de Izamal, ya que comenzó a edificarse en 1553 por fray Juan de Mérida.

La fachada actual de la iglesia data de fines del siglo XVIII y sustituyó a la austera de sus inicios, pero en las esquinas del atrio —el más grande del Continente Americano con casi ocho mil m²— se conservan las capillas pozas, las cuales fueron conectadas mediante corredores, en el siglo XVII.

Apostado en uno de estos corredores, el arquitecto Eugen Logan Wagner echa una mirada al “collar de perlas” que es Izamal, perlas que para él están representadas por sus plazas, sus espacios abiertos.

“Lo que hace especial a las plazas de México, y a la de Izamal en particular, es que se detecta esa simbiosis de los espacios abiertos mesoamericano y español.

Cuando los europeos llegan a América se dan cuenta que aquí pueden trazar pueblos en damero, con un diseño de sus calles en ángulo recto, creando manzanas rectangulares. En Izamal tuvieron la oportunidad de implementar esas ideas, porque tenían recursos ilimitados, tanto humanos como materiales”.

MARTHA LÓPEZ HUAN.-