MÉRIDA.- La diputada priista Marisol Sotelo Rejón jamás volvió al distrito que ganó hace dos años, el segundo local, demostrando que no le interesa en lo más mínimo los problemas de los ciudadanos.

 

La también secretaria general del Comité Estatal del PRI a duras penas ha visitado a un par de lideresas de su partido, pensando que eso es recorrer la demarcación que le permite cobrar 100 mil pesos al mes.

Como no trae ninguna propuesta consigo y no tiene la capacidad de dar entrevistas, Sotelo queda reducida a una simple espectadora en cualquier evento en el que participa.

Todo lo que hace es aplaudir como foca a sus líderes, no da votos, no opera nada, no lleva gente, no convence en nada a nadie. Tampoco tiene el don de la elocuencia, nunca ha tenido una intervención importante en la tribuna del Congreso del Estado.

Nunca ha presentado una iniciativa propia en legislativo local; no puede hablar bien frente a las cámaras ya que se pone nerviosa y tartamudea.

En el gobierno de Angélica Araujo tuvo una gris participación como regidora cuando suplió a Jorge Sobrino; aunque solo cobró unos meses como concejal en la fallida administración de Álvaro Lara Pacheco jamás tuvo una intervención, pasó sin pena ni gloria.

Basta recordar que su triunfo en las elecciones del 2015 se debió a que capitalizó muy bien el enojo de muchos panistas que no querían que su candidata a diputada fuera Yahayra Centeno Ceballos.

Si el PAN hubiera puesto a un(a) candidato(a) fuerte Sotelo no hubiera ganado nunca las elecciones.

De su triunfo electoral se jacta el regidor sirio-libanés Alfonso Seguí Isaac, cuñado de Mauricio Sahuí, quien se la pasa diciendo que gracias a él triunfó Sotelo en las urnas, cuando la verdad es que ganó solo por el voto de castigo de los panistas.

PLAZA GRANDE