CIUDAD DE MÉXICO.- La costumbre establece que, una vez acordado el precio, la familia del novio paga a sus futuros consuegros el dinero o “dote” y con eso adquiere la propiedad de la mujer.

“De acuerdo a la comunidad, de acuerdo a las posibilidades de la pareja varón, que es el caso siempre, regularmente, se entregan chivos, gallinas o cantidades de dinero, incluso hasta bebida”, comenta Ramón Navarrete, presidente de Derechos Humanos en Guerrero.

El centro de derechos humanos de la montaña Tlachinollan ha documentado cientos de casos como el de María, quien ahora es madre de un niño.

“Fui su sirvienta, su criada, porque todo el tiempo hacía el trabajo de ellos; mi esposo y yo decidimos divorciarnos, y yo no le pude decir que no porque él quiso divorciarse de mí”, menciona María. “Pero mis suegros dicen que quieren todo su dinero porque ellos gastaron por su hijo”.

Esta costumbre provoca indignación entre las mujeres de la comunidad, quienes exigen la intervención de las autoridades.

“Como mujeres es algo denigrante, para empezar, más allá de ser mujer creo que somos personas”, dice María Isabel, vecina de Tlapa. “Tenemos dignidad, tenemos un valor que no es económico y el asignarle un precio a una vida no tendría por qué pasar, entonces es algo realmente indignante, algo que como mujeres realmente nos violenta”.

Hay casos, denuncian, en que las adolescentes escapan de sus casas para evitar ser vendidas.

“Yo tengo en mi casa una niña que salió, corrió, se fue de su casa porque sus papás la querían vender al mejor postor”, añade María Isabel. “Ella lo que quiere es estudiar, trabajar y salir adelante; la única visión que tiene ahorita es irse ilegalmente a Estados Unidos para poder trabajar”.

La solidaridad entre mujeres es importante en casos como estos.

“Las mujeres somos muy fuertes e inteligentes para llegar a lograr todas nuestras metas, nosotras mismas podemos y, como mujeres, ayudar a otras mujeres para que sigamos adelante y que esas mujeres se informen y seamos más empoderadas, como es la palabra común de aquí, de ahorita, para que la igualdad realmente se dé”, afirma Rosa Citlali, otra habitante de la zona.