ESTADOS UNIDOS.-La exposición Golden Kingdoms muestra en Estados Unidos el esplendor del entierro de la dignataria maya del periódico Clásico

Un equipo multidisciplinario del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) recreó en forma casi fidedigna el entierro de la Reina Roja, la dignataria maya del periodo Clásico, supuesta consorte del gobernante Pakal.

La forma en que Tz’ak-b’u Ajaw, la “Señora Sucesión”, fue ataviada para su última morada en el Templo XIII de la antigua ciudad Lakam’ha (Palenque), se puede observar en la magna exposición Golden Kingdoms que se ofrece en el Museo estadounidense J. Paul Getty.

A partir del 28 de febrero, el arte funerario de la mandataria de Palenque, Chiapas, se trasladará al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

De acuerdo con investigadores del INAH, la reconstrucción total del ajuar funerario contó con el apoyo financiero del Instituto de Investigación Getty.

Hace algunos años, el experto Juan Alfonso Cruz realizó la restauración de la máscara de malaquita y el collar de la Reina Roja, eran los únicos elementos del ajuar que se habían expuesto antes.

Ahora, casi 24 años después, el equipo interdisciplinario del INAH logró la recreación casi fidedigna, gracias a los estudios antropofísicos y antropométricos hechos a los restos óseos del personaje por especialistas como Arturo Romano y Vera Tiesler.

El restaurador Constantino Armendáriz hizo el trabajo de “reconstrucción” de los elementos, tomando en cuenta la anatomía de la dignataria maya, que falleció de 50 a 60 años de edad.

“Sin todos los años de dibujo, de los bordes, de la forma de las teselas, habría sido imposible realizar esta propuesta de montaje, que esperamos aterrice pronto en el Museo ‘Alberto Ruz Lhuillier’, de la Zona Arqueológica de Palenque”, expresa.

Armendáriz hizo mancuerna con el arqueólogo Arnoldo González Cruz, quien en 1994 —junto con su colega Fanny López— descubrió el sarcófago de la Reina Roja.

Ahora, recrean el momento en que fue amortajado el cuerpo de Tz’ak-b’u Ajaw hace mil 345 años, un ceremonial que Arnoldo González, director del Proyecto Arqueológico Palenque, describió a detalle en su libro (INAH, 2011) sobre la dignataria maya:

“Tras ejecutar los rituales que corresponden a su estatus, su organismo (de la Reina Roja) fue purificado con agua y posteriormente embadurnado por completo con cinabrio. Posteriormente, le fue colocada su mejor indumentaria; un pik de algodón que le cubría el cuerpo desde abajo de los senos hasta la altura de los tobillos y sobre ésta, un k’ub (pectoral), también de algodón que llegó a envolverle el pecho y la parte superior de los brazos, que estaba adornado con numerosas cuentas de jade y concha que cubrían casi toda su superficie.

“Sus largos cabellos fueron arreglados en numerosas trenzas para conseguir un soporte abultado que permitiera colocarle el tocado del dios Narigudo compuesto de teselas de jade, concha y piedra caliza, que había sido concebido para encumbrar la condición suntuosa de su portadora en el más allá”.

 Hilando un pectoral

El equipo inició las labores de restauración del k’ub o pectoral de la Reina Roja, partiendo del registro fotográfico de los objetos que en 1994 aparecieron sobre el tórax del personaje: 172 cuentas de jadeíta, cuatro navajillas de obsidiana, cinco conchas de nácar, dos perlas y una aguja de hueso.

El arqueólogo Arnoldo González y el restaurador Constantino Armendáriz explican que por su cantidad, forma y tamaño, las cuentas debieron estar sujetas a un soporte de tela y se ubicaron solamente en la parte frontal del cuerpo, pues 90 por ciento de ellas aparecieron en la primera capa de deposición.

El k’ub era una capa que cubría una superficie continua, las cuentas de mayores dimensiones se ubicaban a lo largo de las orillas delimitando entre siete y nueve hiladas.

Los objetos más importantes eran dos emblemas de la realeza: una pequeña concha esgrafiada y un rosetón con los rasgos sobresalientes de un mono araña.

Según el arqueólogo Arnoldo González, las exequias de la Reina Roja efectuadas en 672 d.C., se completaron colocando una diadema doble sobre su frente, pulseras en ambas muñecas, dos orejeras y dos cuentas globulares de jade atadas a sus tobillos. Finalmente, le fueron colocados el cinturón real y la máscara de malaquita, guardando su identidad para la posterioridad.

 

Por Martha López Huan