CIUDAD DE MÉXICO, miércoles 07/11/18.- El joven jugador de rugby oriundo de Sydney era considerado un rebelde pero de buen corazón, según su madre. Tal vez fue por eso que cuando la criatura se posó sobre una mesa durante una fiesta que tuvo lugar en 2010 y sus colegas lo retaron a comérsela, su hijo aceptó el desafío.

Eran un grupo de jóvenes de 20 años que habían bebido alcohol, de repente una babosa se aparece y uno es retado a comerla” relató su madre, Katie Ballard, en entrevista con la estación 7 News de Sydney al año siguiente de sucedido el episodio. “Los chicos siempre serán chicos”.

Puede que la apuesta haya sido inocente, pero luego de tragar la babosa Ballard contrajo un gusano parasitario conocido como Angiostrongylus cantonensis el cual vive en los roedores y es transmitido a los caracoles y babosas, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.

En un giro inesperado y trágico, el parásito infectó el cerebro de Ballard, lo que lo dejó en coma y paralizado por más de un año. Eventualmente, lo terminaría matando.

Ballard murió la semana pasada a los 29 años. Sus últimas palabras a su madre fueron “te quiero”.

El joven comenzó a sentir un fuerte dolor en las piernas días después de comer la babosa. Cuando le preguntó a su madre si podría haber sido causado por la babosa, ella le dijo que “nadie se enferma por eso”.

Pero pronto los doctores descubrieron que se había enfermado por esa misma razón. “Estaba asustado” dijo Katie Ballard. “Como madre solo quieres tranquilizarlo, no hizo nada malo, solo una tontería”.

Ballard, considerado como alguien “invencible”, se volvió tetrapléjico. Durante años sufrió convulsiones, fue forzado a comer y beber a través de tubos y requirió de cuidado constante, algo que su familia luchó por poder costear.

En 2011, Katie Ballard escribió en Facebook que su hijo seguía siendo “el mismo bromista de siempre” y además aseguró que estaba convencida de que este volvería a poder hablar y caminar.

La periodista Lisa Wilkinson del programa The Sunday Project escribió en una columna publicada recientemente que por casi nueve años “el hermoso ángel de su madre estuvo a su lado como su principal cuidadora, le dio amor, lo alimentó y llevó a todos lados, lo bañó, organizó sus visitas al doctor, siempre intentando sacarle una sonrisa. Se levantó todas las noches ante el más mínimo sonido y siempre se aseguró de que sus amigos se sintieran bienvenidos al nuevo mundo de Sam. Cuando lo venían a visitar sus ojos siempre se iluminaban”.

Según el CDC, el gusano parasitario Angiostrongylus cantonensis vive dentro de los pulmones de los roedores. Son generalmente las ratas las que tosen los gusanos y luego los tragan, lo que los fuerza a ingresar dentro de su estómago. Eventualmente, estos son excretados.

Los caracoles y las babosa pueden infectarse al comer las heces de las ratas y luego las personas pueden infectarse al comerlos.

Distintos casos han sido reportados en Hawaii así como en el territorio continental de los EEUU, según el CDC. Un niño de Nueva Orleans contrajo el parásito en 1993 luego de comer un caracol como parte de un desafío, pero no necesitó tratamiento.

Las autoridades de salud australianas la han catalogado como “una infección extremadamente inusual”.

El ministerio de Salud local dijo que la mayoría de las personas que lo contraen no experimentan síntomas y que cuando lo hacen estos sueles ser temporales y leves.

De cualquier manera, expertos recomiendan no comer caracoles o babosas crudos, además de lavar exhaustivamente frutas y vegetales e inspeccionarlas en busca de las criaturas babosas.