MÉRIDA, Yucatán, viernes 22/02/19– Las fiestas carnestolendas están a la vuelta de la esquina, una vez más la ciudad y sus habitantes se visten de fiesta para acudir a estos festejos con más de cuatro siglos, tradición que data desde 1578, cuando el Capital General de la Provincia de Yucatán, Guillermo de las Casas, inició estos festejos y los primeros puntos de la capital yucateca donde se celebraron fueron la Plaza Grande y los Portales de Granos y el perímetro de los rumbos de Mejorada y Santa Ana.

Según el historiador Gonzalo Navarrete Muñoz, si bien, Mérida recibe influencias de otros puntos para iniciar sus carnavales, es preciso aclarar que la cultura maya también realizaba fiestas y saraos para celebrar “el entierro del pecado”.

En sus narraciones, Diego de Landa narra…”todos los señores principales, hopoles, yumiles y sacerdotes y con ellos gran gentío del pueblo, se reunían para celebrar la fiesta del 10 Ahuac, hasta la primera fecha del mes Yaxkin. En ese tiempo, andaban haciendo farsas y recorriendo las casas para recibir ofrendas, que depositaban en el templo y se repartían al terminar el Chi-Kebán (entierro del pecado) como llamaban a su ritual legendario”.

Los carnavales de Mérida están marcados por influencias muy distintas, pero cercanas al sincretismo de las fiestas yucatecas, ya que es el único del mundo que tiene una noche, lunes de carnaval dedicado a sus raíces y orígenes, mezclando folklore y presencia del yucateco en los festejos y paseos.

El auge de los carnavales en Mérida se gestan desde la colonia, ya que los gobernantes yucatecos marcan la pauta en la introducción de estas celebraciones, en salones de fiesta y suburbios de la ciudad para acercar a la población a los distintos modos de vivir que en esos tiempos se iban acomodando para encontrar una identidad entre los marcados grupos sociales y que solo se mezclaban en esos días de festejos y diversión.

El propio historiador Navarrete Muñoz describe: “cuando se construyó la Alameda de la ciudad, en el siglo XVIII, durante el gobierno de don Lucas de Gálvez, en ella se celebraban los paseos del domingo y martes de carnaval y se adornaban Los Portales, la Plaza Grande y algunas calles de la ciudad”.

Los carnavales de Mérida tienen una fuerte influencia de los festejos cubanos, siempre muy alegres y emotivos, vistosos y eróticos. Los primeros festejos de carnaval cubano datan de 1550, cuando llegan a las islas caribeñas las primeras mujeres esclavas desde África. La fuerza de las culturas africanas, ritmos, instrumentos y formas de expresión marcan las pautas en los bailes y presentaciones, mucho de ello llega a Mérida en el siglo XVIII.

Es, en los carnavales de La Habana y Santiago donde se gestan los ritmos “americanos” que irrumpen como parte de la mezcla de grupos étnicos africanos en la esclavitud. El escritor costumbrista Francisco Baralt escribe: debido a que los esclavos no tenían acceso a las tradiciones culturales de sus amos, y los españoles percibían a la cultura africana como bárbara y primitiva.

La siguiente descripción de una fiesta de negros esclavos, incluida en un relato que pone en evidencia la imagen negativa que poseían los españoles de las manifestaciones culturales del africano. Y dice: “esos bailes (africanos) tienen un aspecto tan extraño, por el lugar, la hora y los personajes que los ejecutan, que aún a los mismos que los presencian todos los días les produce una sensación bien difícil de expresar: no se sabe si es curiosidad o repugnancia, si atrae o repele su carácter salvaje y primitivo”.

Según David H. Brown, los esclavistas clasificaron a sus grupos como “sociedades” y éstas crearon cabildos, “proveían en caso de enfermedad o muerte, celebraban misas para los difuntos, recolectaban fondos para la liberación de sus miembros de la esclavitud, organizaban regularmente danzas y actividades recreativas los domingos y días de fiesta, y patrocinaban misas, procesiones y bailes de carnaval (ahora llamados comparsas) alrededor del ciclo anual de festivales católicos.

En presencia, el folklore, el colorido, el movimiento y el festejo se mezclan en Yucatán y se gestó el carnaval de Mérida, que fue sumando adeptos en las fiestas, bares, rumbos y grupos sociales. La fuerte presencia de la religión católica marcó una intención en su control y divertimento.

Como todos los carnavales, es una fiesta popular en la que se privilegia la diversión y en donde los yucatecos salen a disfrutar de estas celebraciones. Originalmente, era una celebración desorganizada, donde la gente solía observar desde sus casas montones de vehículos con grupos de personas, usualmente jóvenes, que se divertían arrojando papel picado o serpentinas, flores y confeti a las casas y locales.

A partir de mediados del siglo pasado que los carnavales meridanos establecieron una organización en desfiles y rutas de presentaciones, las calles, rumbos y suburbios que mantendría el derrotero, el ayuntamiento se hizo cargo de esta organización y los grupos sociales integraron un comité. Esto permitió una mejor presencia y lucimiento posible y, sobre todo, precaución y seguridad.

Su colorido, su intensidad y su calor humano indescriptible lo convierten en el más loco y desenfrenado de los carnavales. La fuerte carga social ha permitido que algunos puntos se destaquen y es siempre notorio que el Barrio de San Sebastián vista el mayor folklore, acompañamiento y participación.

En las últimas décadas del siglo XX, los desfiles marcaron la pauta con vestimentas más exóticas, representativas y eróticas, los grupos de baile y acompañamientos fueron mucho más intensos, producto muy posiblemente del auge de la moda, las nuevas formas de vida y la influencia externa.

Los desfiles de las congas en las que predominan los toques de tambores, quinto, campana y la cornetas (instrumentos distintivo de la conga santiaguera) eran determinantes para hacer patente la fuerza de las festividades y su emotiva capacidad de fuerza social. Los grupos estudiantiles, las agrupaciones sociales y cívicas, los escuelas y centros sociales competían por tener un espacio siempre representativo.

En Mérida, como en el carnaval de La Habana, hay un carnaval infantil, de esta manera, un día de las fiestas se le dedica por completo a los niños. De esta forma podemos encontrar payasos, magos, carrozas y golosinas que se dan cita en el recorrido por el Centro Histórico de la ciudad.

El carnaval es fiesta y tras los eventos hay bailes, venta de bebidas, comida, golosinas, frutas y un sin número de productos, máscaras, disfraces, instrumentos musicales, que marcan siempre, como sucede ahora temas coyunturales, sociales, deportivos, políticos y culturales.

En la usanza tradicional, el carnaval de Mérida se realizaba en las principales avenidas y calles del Centro Histórico, pero desde 2014, el gobierno municipal ha destinado un espacio, fuera de la ciudad para completar espacios más cómodos y seguros para los miles de visitantes que acuden las cuatro noches y dos días que se realizan recorridos y bailes.

En Yucatán, el carnaval no se realiza únicamente en Mérida, ya que gran parte de los municipios completan también, muchas veces de manera humilde los festejos carnestolendos, Progreso, pero también Celestún, Motul, Valladolid, Ticul, Hunucmá, Umán, Kanasín, organizan sus carnavales, aunque de manera más sencilla.

El carnaval es una apuesta siempre presente a la creatividad, el colorido, el ritmo, las emociones y las vivencias por un exceso reprimido. La música, los grupos de baile, la creatividad en los disfraces y ritmos son la fuerza vertical de la juventud y de los no tan jóvenes por llevar una festividad durante siete días, desde la quema del mal humor, hasta el entierro de Juan Carnaval.

El carnaval de Mérida no es el único de la península, es célebre, vistoso y siempre bullanguero el carnaval del puerto de Campeche, Ciudad del Carmen y Champotón. En Quintana Roo, en Cozumel también hay festivos carnestolendos, al igual que en Isla Mujeres.

Hoy el carnaval meridano se realiza de una manera distinta, donde empresas refresqueras y cerveceras se han adueñado del negocio de productos y la competencia de marcas establece nuevos mecanismos “modas”, para hacerse presentes en el gusto del público, pervirtiendo de alguna manera los festejos de la carne, que ahora son festejos económicos.